Que la lectura es una de mis grandes pasiones es algo que he dejado claro desde el principio. Pero no sólo me gusta leer novelas (especialmente literatura americana, inglesa y latinoamericana) o libros de coaching. También me encantan los periódicos (dentro de éstos, sólo los artículos de opinión, o las columnas; las noticias suelo pasarlas de largo, ya que en su mayoría son malas) y las revistas de todo tipo (especialmente los suplementos del fin de semana).
Pues bien, hoy he chocado con dos artículos, en dos sitios diferentes, que nada tenían que ver pero que, por alguna razón, yo he conectado.
El primero era sobre el peligro de la procrastinación académica.
La RAE define procrastinar como “diferir, aplazar”. Pero este artículo, citando un estudio de la Facultad de Psicología de la UNED, va un paso más allá y añade “…por miedo a fracasar”. Es decir, que ante la falta de garantía de éxito, muchas personas retrasan ciertas tareas (con el subsiguiente estrés, ansiedad, sentimiento de culpa, frustración, etc.). En este caso (colegios y universidades), los deberes, el estudio, etc.
Otra vez el miedo. Un futurible nos impide ir hacia lo que realmente queremos (en el caso del artículo, pasar de curso como poco, y sacar notas brillantes en la mayoría de los casos de procrastinación – pues son los más autoexigentes los que más caen en ella).
Y volvemos a engañarnos a nosotros mismos, como hacemos la gran parte del tiempo. “No urge”. “No es necesario”. “No es tan importante”….Y suma y sigue (nuestros “saboteadores internos”, nuestro ego, como siempre representando conversaciones mentales interminables).
Pero todo lo que nos negamos, todo lo que intentamos postergar, ocultar, disimular, esconder debajo de la alfrombra…se acaba volviendo contra nosotros, y acaba saliendo de la peor manera. Por mucho que nos empeñemos no podemos huir de nosotros mismos, de lo que realmente somos y queremos.
El otro artículo (de nuevo, not related) era sobre las rupturas sentimentales y las 4 habitaciones de la gestión del cambio. Al fin y al cabo, tanto en nuestras relaciones como en la vida en general, todo está en continuo movimiento, y nos vamos debatiendo entre la zona de confort, la negación, la confusión/desorientación, y finalmente la puesta en práctica de nuevas ideas (Darwin y tal).
Pues bien, el hecho de que relacionara este artículo con el anterior (la procrastinación), fue por las frases que incluía al final (sacadas de películas o novelas, y destinadas a “ayudar” a las personas que estén pasando un proceso de “duelo”). Concretamente ésta: “Si empiezas a echarme de menos recuerda que yo no me fui, tú me dejaste ir”.
Y pensé en la cantidad de personas que, por miedo (a sufrir, a perder, a mostrarse vulnerables…), echan a perder una relación.
Alejan a los que aman de su lado. O aquéllas otras que dejan que sus dudas, sus inseguridades, sus demonios interiores (su ego, en fin) se apoderen de ellas y las coman por dentro, haciendo tambalear sus creencias respecto al otro y sus sentimientos.
Y al final todo se convierte en un gran malentendido, fruto de la falta de honestidad y sinceridad entre las personas (hasta las que nos proclamamos auténticas llevamos disfraz, aunque fino), de la falta de claridad, de la falta de palabras.
Las palabras…
Dedicaré uno o varios posts a la importancia de las palabras. Porque, en contra del refrán popular “obras son amores…”, yo creo que es vital decir las cosas (aparte de demostrarlas con actos, claro).
Es muy importante decir las cosas buenas (¿por qué sólo hablamos de las malas? ¿De los problemas, de los defectos, de lo que nos cabrea o nos enfada del otro?), y, sin caer en un soporífero autoanálisis, introspección o exaltación del amor/amistad, expresar con claridad nuestros sentimientos.
¿No está tan de moda la asertividad en el trabajo y tal? Pues, ¿por qué no le damos un nuevo twist y la utilizamos para decir exactamente lo que sentimos por otra persona, para variar? Y si es bueno, mejor (si no lo es, que al menos sea constructivo).
Me viene a la cabeza una frase de una canción de Simply Red (“Stars”), que me encanta: “So many words I left unspoken, the silent voices are driving me crazy”.
En fin. Que empecé a hablar de la procrastinación en los estudiantes, y he acabado hablando de la asertividad en su versión más almibarada. Siempre se me ve el plumero…