“…pero yo soy abogada. Yo no puedo hablar de economía o de la pendiente de la curva de tipos
de interés. Es como si yo te digo a ti, que no has estudiado física, que te pongas a escribir y
divagar sobre la teoría de la relatividad”.
Cuando jugamos un partido de ping-pong y golpeamos la pelota, ésta irá a una determinada velocidad. Es decir, recorrerá una determinada distancia en un tiempo determinado. Si ese partido lo jugamos en un tren en marcha, la pelota irá a la misma velocidad dentro del tren, pero si hay alguien mirando desde fuera, verá que la pelota habrá recorrido, además, la distancia recorrida por el tren. Desde fuera, a la velocidad de la pelota hay que sumarle la velocidad del tren si queremos ver la distancia que ha recorrido efectivamente con respecto a la tierra.
Nosotros mismos, tranquilamente sentados en nuestro asiento del tren, recorremos la distancia que éste recorra aunque dentro del vagón nuestra velocidad sea cero. En este caso, nuestra velocidad, para alguien que nos vea desde fuera, equivaldrá a la del tren.
Volvamos a nuestro partido de ping-pong. Resulta que si la pelota, en vez de plástico, estuviera hecha de fotones, si se pudiera jugar con un haz de luz, entonces la velocidad de nuestra pelota luminosa sería constante. Recorrería exactamente la misma distancia tanto si el observador está en el tren como si está fuera.
Dado que la distancia recorrida es la misma, si la velocidad es constante en ambos casos, no queda otra alternativa: es el tiempo lo que no es constante (velocidad = espacio / tiempo).
Resulta que esto es una ley de la naturaleza absolutamente demostrada, en nada diferente al resto. Es sólo que, a las velocidades a las que nos movemos, las diferencias, que existen, son inapreciables. Son muy, muy pequeñas.
Es precisamente en esta ley de la física (la velocidad de la luz es constante) en la que se basan películas como El Planeta de los Simios o la recién estrenada por Pixar, Lightyear (con hijos de 7 y 9 años uno está inevitablemente al tanto de todos los estrenos de cine infantil): en una nave a muchísima velocidad el tiempo pasa muchísimo más despacio paras los tripulantes en relación a los que se quedan en tierra. De ahí que en estas películas los protagonistas se vayan de viaje en sus naves durante una semana, por ejemplo, y al volver todo el mundo haya envejecido 20 años.
Obviamente, lo verdaderamente alucinante es que alguien, en este caso Einstein, pudiera dar con un concepto tan absolutamente contraintuitivo como que el tiempo es relativo, que lo pudiera desarrollar de forma matemática y, además, que lo pudiera demostrar de forma empírica. Esto es lo que es absolutamente de locos. Ahora, una vez con la información en nuestro haber ¿qué nos impide a cualquiera de nosotros elucubrar un poco y sacar unas cuantas conclusiones lógicas de todo esto?
Lo primero que se rompe aquí es el principio de simultaneidad. El ahora no existe. El ahora para alguien en tierra no es igual que el ahora para un tripulante. Las cosas no suceden de forma simultánea.
Imaginemos que fuera posible que alguien en tierra y un tripulante pudieran estar conectados en todo momento vía Zoom o Teams: ¿qué verían es sus pantallas? Dado que, pongamos por caso, un minuto en la nave equivaldría a un mes en la Tierra, el tripulante vería pasar todo en la pantalla a toda velocidad, como un vídeo a cámara rápida. El que está en tierra vería la imagen prácticamente congelada, todo en la nave sucedería, a sus ojos, a un ritmo exasperantemente lento.
Imaginemos ahora que, por alguna razón, pudieran comunicarse. Dado que el tripulante ve en un minuto lo que pasa en la Tierra en un mes, si pudiera hablar con ellos, si la simultaneidad existiera a pesar de todo, sería como si viera el futuro. Podría avisarles de que no hicieran esto o aquello.
Lo que realmente subyace aquí es la incómoda intuición de que el tiempo no exista, de que sea una construcción de nuestro cerebro. Sería como si presente, pasado y futuro ya hubieran sucedido. Como si la realidad completa fuera un pan de molde y nosotros viéramos una cosa y otra (presente, pasado y futuro) dependiendo de por dónde cortáramos la rebanada.
Dicho de otra forma: como si la realidad fuera una película, ya rodada y estrenada, y nosotros los protagonistas. Como si el personaje de Leonardo Di Caprio en Titanic creyera que existe de verdad. Aunque nosotros ya sabríamos que Kate Winslow al final no le va a dejar utilizar la tabla por turnos y lo va a mandar al fondo, él seguiría tomando las mismas decisiones creyendo cada vez que son genuinas. Nosotros, si hemos visto la película entera, ya sabríamos el final pero siempre podríamos ver un trozo cualquiera. Ya sabríamos lo que va a pasar y no habría forma de advertir al capitán de que evite el iceberg o a Leonardo de que se busque su propia tabla.
El DVD de una película ya lo incluye todo: presente, pasado y futuro. Podemos elegir ver la parte en la que Sam canta As Times Goes By pero sabemos, antes que Ingrid Bergman, que Humphrey Bogart no va a tomar el avión al final. En un DVD el tiempo no existe. El hecho de que, a la vista de la teoría de la relatividad, el tiempo pudiera no existir realmente y la realidad pudiera ser una especie de DVD es realmente desasosegante.
Alguien que hubiera salido en una nave próxima a la velocidad de la luz hace dos horas y pudiera mantener esa conexión con nosotros por Zoom o Teams, ya estaría viendo a nuestros tataranietos.
Obviamente todo esto entronca con discusiones filosóficas relacionadas con el libre albedrío, con la posibilidad de que vivamos en una simulación, con La Vida es Sueño de Calderón, con el gran teatro del mundo, con los personajes en busca de un autor de Pirandello, con el Augusto de Unamuno y hasta con El Show de Truman. Como siempre, nada nuevo bajo el sol.
Pero lo dejo aquí. Con esta pequeña reflexión pago la parte del trato que, por suerte, finalmente me ha tocado cumplir.
- …pero yo soy abogada. Yo no puedo hablar de economía o de la pendiente de la curva de tipos de interés. Es como si yo te digo a ti, que no has estudiado física, que te pongas a escribir y divagar sobre la teoría de la relatividad.
- Claro que puedes. Yo no digo que tengas que calcular tú los números, pero entender los conceptos y sacar conclusiones, por supuesto. Yo te podría enseñar finanzas y mercados sin una sola fórmula. En ciertos niveles, todos nos podemos reciclar y aprender cosas nuevas si entendemos bien los conceptos.
- ¿Ah, sí? Explícame esto con tus palabras: WACC = (D/D+E) x (1-t) k(d) + (E/D+E) k(c).
- Muy sencillo: el coste de capital de una empresa es lo que esperan obtener aquellos que le prestan la pasta. Si el banco decide que te da la hipoteca al 5% y si no, no te la da, tu coste de capital es el 5%. Punto. Volviendo a la empresa, como dependiendo de si los que la financian compran deuda o acciones su riesgo es diferente, sus expectativas serán diferentes (o sea, el coste para la empresa será diferente en cada caso). Se saca la media ponderada y listo. Lo mismo que harías tú si además del 5% de la hipoteca, tuvieras un préstamo para el coche al 8% y otro para la lavadora al 12%. Conceptualmente es la cuenta de la vieja. Nada difícil de entender. Que el cálculo sea más o menos lioso (que no difícil) no quiere decir que el concepto no sea de pura lógica y perfectamente entendible. Pues así, con todo. Si después de que lo veamos me escribes en un papel cómo valorar una empresa de diferentes formas usando la lógica, sin una sola fórmula, yo escribo un post sobre las implicaciones de la teoría de la relatividad.