Al emprender el viaje para Ítaca, desea que el camino sea largo, lleno de peripecias, lleno de saberes.
Konstantinos Kavafis
Cuando yo tenía la edad que tiene ahora mi hijo mayor (6 años), el mundo era bien diferente al actual. La relación alumno-profesor-padres antes y ahora es uno más de los aspectos que ilustran un mundo desaparecido para siempre.
En aquella época era habitual que los profesores fumaran en clase y, al menos en mi colegio, que te tiraran un borrador o una tiza a la cabeza en según qué circunstancias, que te dieran capones o te tiraran de la patilla.
Tuve la suerte de crecer en un ambiente familiar protegido y estable, como muchos de mis amigos de la época. Sin embargo, aun dentro de este ambiente, en los 14 años que permanecí en el colegio San José del Parque, no recuerdo a mis padres hablar con algún profesor mío más allá de alguna reunión obligatoria a la que fueron convocados.
No tenían la menor idea de sus nombres y bastante poca de a lo que me dedicaba durante el curso. La consigna de mi padre era “pasa de curso, no quiero problemas”. Mientras yo cumpliera con este objetivo de mínimos tenía casi absoluta libertad para gestionarlo a mi manera.
Durante muchos años jugué al baloncesto en el equipo del colegio. Ni una sola vez fueron a verme, como tampoco lo hicieron cuando competíamos con nuestro grupo musical en el “festival de la canción” que se organizaba cada año. Por descontado, mis padres no conocían a absolutamente ningún otro padre de compañeros míos de clase (con la excepción, mucho más adelante, de los que se acabaron convirtiendo en mis amigos íntimos).
Con los ojos de hoy en día podría parecer que estoy contando una situación excepcional o desgraciada, de falta de cariño y atención. En absoluto. Insisto en que me crie en un entorno familiar muy estable y de mucho cariño. Sencillamente, las cosas eran diferentes.
El hecho de que con 4 años me cayera a la piscina completamente cubierta de hielo, sin nada parecido a una valla protectora, sin saber nadar y sin mis padres alrededor (me salvó mi hermana al oírme llorar y eso después de pensar primero que quien lloraba era un perro); o el hecho de que años más tarde me desplazara a esos partidos de baloncesto que he comentado cogiendo la carretera para ir a sitios como Valdemoro en una Vespino, sin casco y con mi amigo Álvaro (el base del equipo) detrás, convertiría a mis padres hoy en día en poco menos que unos desalmados expuestos a la inminente intervención de asuntos sociales para quitarles la custodia de sus hijos.
No estoy mirando al pasado de forma nostálgica ni queriendo inferir que aquellos tiempos de libertad eran mejores que los actuales, al menos no en todo. Sólo lo ilustro para poner en contexto el tremendo incremento de presión que han sufrido los profesores de un tiempo a esta parte.
En mi época si me tiraban un borrador o no a la cabeza era algo que a mis padres les pasaba totalmente desapercibido. Todos, nosotros los primeros, lo veíamos como algo normal. Hoy en día, a través de los grupos de whatsapp de padres y del constante seguimiento que hacemos de la evolución de nuestros hijos, los profesores están constantemente expuestos. Además, ellos mismos utilizan los medios tecnológicos actuales para mantener a los padres informados y establecer una relación de constante comunicación con ellos.
Esto provoca que algunos profesores, cuya situación general de reconocimiento social y remuneración no ha variado, al verse expuestos a tanto escrutinio, presión y en ocasiones acoso parental, reaccionen en ocasiones de forma defensiva, cautelosa, cubriéndose las espaldas. Todo antes que verse acusados de maltratar al niño, de provocarle traumas o de afectar negativamente a su autoestima (en estos años de llevar a los niños al colegio he visto y oído de todo).
Por eso, el email que recibimos los padres por parte de la profesora de la clase de mi hijo mayor me pareció tremendamente inspirador: Mrs Mosely todos los viernes nos envía un resumen en el que da cuenta de todo lo que están aprendiendo los niños, los libros que deben leer, ejercicios para practicar en casa y demás.
En el email de la última semana incluyó por primera vez un añadido final que copio a continuación:
A little thought for the day
I believe that we need inspiration in our lives, and I take my inspiration from many different sources – books, quotes, people that I admire including the children that I teach, songs, etc.
We have just finished our PSHE (personal, social, health education) topic on Going for Goals, and we are just starting It’s Good to be Me. I am a firm believer in the journey, and the process of improving and challenging ourselves, even when we find something difficult. Resilience in childhood gives us the strength to face difficulties that we might face in adulthood. Mental and emotional health is something that I believe passionately about, and feeling a sense of achievement even if it’s just a small step, is very important for children.
This morning, I heard Miley Cyrus singing The Climb. I listened to the lyrics and they struck me. As a lover of quality literacy, I’m not a fan of the ‘Ain’t, gonna, wanna’ words but it is artistic licence, so I think that in this context it’s acceptable.
I really liked the message behind the lyrics. There will always be another mountain to climb. It’s not about how fast I get there, it’s not about what’s waiting on the other side, it’s about the climb. I’ve attached the link with the words. If you like it, I hope that its message means something to you to help your child see that the end result is not always the goal. The journey, the progress that we make, and the effort that we put in are what fulfil us and give us a sense of achievement.
Have a wonderful week with this glorious weather.
Best Wishes
Sadie
De repente, de la nada y de forma totalmente inesperada, lejos de comportarse de forma plana y defensiva como a veces sucede con otros profesores por las razones comentadas, la profesora de mi hijo de 6 años nos regala un comentario inspirador que podría haber sido escrito por un coach.
Claramente Mrs Mosely se respeta a sí misma, se toma su profesión muy en serio y tiene la clara conciencia de estar construyendo una catedral, no poniendo ladrillos. Encuentra una canción pop inspiradora y la utiliza para referirse a conceptos de suma importancia que ya hemos comentado en este blog de forma extensiva: la importancia de disfrutar un camino que es en realidad la verdadera meta, de ser resilientes, de aprender a establecer objetivos, a manejar la frustración que siempre encontraremos en la vida de una forma u otra.
Esa es verdaderamente una educación integral: además de conocimientos específicos, herramientas destinadas a ayudar a los niños a valorar lo realmente importante, pautas de comportamiento y ejemplos inspiradores que les puedan ayudar más adelante y contribuyan a forjar su carácter.
Esto vale para cualquier actividad profesional, y mucho más si somos responsables de liderar equipos de trabajo. Tomando el ejemplo de uno de mis clásicos, es exactamente el método utilizado por Toni Nadal con su sobrino Rafa: por un lado tenis (matemáticas o gramática en el caso de nuestra profesora) y, por otro, y mucho más importante, valores, inspiración y forja de carácter, verdaderos responsables de su éxito.