Stop… go, go, go

Cada vez oigo más personas a mi alrededor que dicen “necesitar mucho” estas próximas vacaciones navideñas. De alguna manera, todas me transmitían el cansancio acumulado de todo el año y cómo cada vez les pesan más el descontrol y la velocidad de sus vidas cotidianas.

Y es cierto, llega un momento en que hasta la cosa más nimia nos desestabiliza, nos afecta, nos pone tristes o nos hace explotar. Y el cúmulo de tareas de más o menos importancia se nos hace tal, que no hacemos ninguna bien.

Y es entonces cuando es necesario parar. Soltar el bolígrafo. Tiempo, ya está. Entrega el examen tal cual. Lo que no hayas hecho hasta ahora ya no lo haces. Y no pasa nada.

Porque si no ponemos un límite, convertimos a los demás (a los que nos demandan desde distintos frentes: jefe, compañeros, pareja, hijos, amigos, padres y un largo etc.) e incluso a nosotros mismos (que somos los que nos auto imponemos el mayor número de tareas) en “amantes insaciables”, que nunca tienen suficiente, que siempre quieren más.

Mi sabia hija me preguntaba el otro día si no somos más que unas hormigas obreras, todo el día trasladando migas de un lado a otro, ahorrando para “un invierno” (que, valga la metáfora, en nuestro caso podría ser la vejez, la pensión, o cualquier plan a un futuro más o menos cercano).

Una vez más tuve que decirle que no se alejaba mucho de la realidad (realmente la organización y estructura societaria y laboral de estos insectos no son muy diferentes a las nuestras), aunque certezas no tengamos ninguno en lo que se refiere a nuestro “por qué” en el mundo.

Por eso nosotros, como ellas, deberíamos aprovechar estos próximos días  para disfrutar de todo lo “recolectado” a lo largo del año. Celebrar el fruto de nuestro esfuerzo a todos los niveles.

Tomarnos un tiempo, incluso, para asimilar e interiorizar lo ocurrido durante el año, los cambios que han tenido lugar (una clienta me decía hace poco que no ha tenido tiempo de “duelo” por su cambio laboral, porque saltó de la intensidad de un puesto, a la intensidad aún mayor de otro, sin tiempo para cerrar propiamente un capítulo y abrir con plena consciencia el nuevo).

Echar la vista atrás y analizar qué hemos aprendido de nuestros aciertos y de nuestros errores. Qué/a quién hemos dejado atrás y por qué. Qué/a quién hemos decidido mantener en nuestras vidas y por qué. Y qué/a quién hemos incorporado como nuevo, también con su por qué. Y en qué nos han hecho evolucionar todas estas decisiones, todos estos pasos.

Para que no sea la vida la que nos lleve a nosotros, sino nosotros a ella. Para tener esa sensación de estar “in control”, de sujetar fuerte las riendas, de ir siguiendo una hoja de ruta con pasos firmes, y no bambolearnos a merced del destino o de las circunstancias.

En ese contexto, y como ya comenté en mi último post, yo doy un paso más. Y no sólo miro atrás despacio, con tiempo, como el que se sienta a ver un peli que le apetece mucho disfrutar (una peli que le hará sentir pena en algunos momentos, alegría en otros, nostalgia a menudo…), sin teléfonos, ni interrupciones, con toda su atención. Sino que también, con las mismas ganas, comienzo a proyectar en mi mente la película del 2017, a “creer lo que quiero crear”  este próximo año.  Y, como quiero hacerlo despacio, sin prisas y con plena consciencia, sigo añadiendo cosas (y revisitando las ya escritas, desde que empezara el 1 de diciembre), ilusionadísima, a mi “resolution & wish list”.  Una lista que parece no tener fin ni filtro.

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