No estoy muy segura de que este post tenga mucho que ver con el coaching. Pero me siento en la obligación de escribirlo en homenaje a mis amigos, que además son mis más fieles lectores.
“La felicidad son pequeños momentos” es una frase hecha muy manida. Pero no por ello menos cierta. Y lo he comprobado este fin de semana.
Al contrario que otros años, en vez de hacer un fiestón por mi cumple, he decidido hacer una comida con mis amigos más íntimos. Amigos que conozco, como poco, desde hace 25 años (en algunos casos, hasta desde la guardería). Amigos muy diversos entre sí (yo soy el nexo de unión entre ellos, porque se han conocido a través mío, en cada cumpleaños durante tantos años), pero todos maravillosos en su propio estilo.
Los hay más habladores, más callados, más bohemios, más tradicionales, más racionales, más soñadores,… Pero todos tienen algo en común: son buenísimas personas, y han estado siempre a mi lado. Hemos compartido la niñez, la adolescencia, la juventud, y ayer entramos juntos en “la edad madura”. Brindamos orgullosos de seguir aquí después de tanto tiempo, riéndonos juntos, recordando el pasado juntos, y haciendo planes para el futuro juntos.
Ayer no nos pesaban los años al mirar atrás. Al contrario, eran motivo de orgullo. Qué lejos ha llegado nuestra amistad!
Con todos ha habido altos y bajos; momentos más cercanos o más distanciados; risas, lágrimas, juergas, y también algún enfado…Pero jamás ha habido rupturas, ni traiciones. Y eso es todo un éxito.
Me siento profundamente afortunada de tener amistades tan auténticas, tan buenas, que perduran.
Me siento orgullosa de todos y cada uno de ellos, por las personas en las que se han convertido y en las que se convertirán con el tiempo (también todos comparten las ganas de aprender, de mejorar, y de seguir siendo niños de alguna manera). Y me siento también orgullosa de mí misma, pues algo bueno tendré para que gente tan estupenda me quiera tanto y esté siempre a mi lado.
Tal vez los 40 sean, para muchos, el momento de hacer balance sobre los “éxitos profesionales”, las metas alcanzadas, el dinero ganado… Para mí ha sido el momento de hacer balance de mis “éxitos personales”. Y, entre éstos, la amistad de mis amigos es, sin duda alguna, uno de los más grandes.
La vida da menos miedo cuando tienes una red. “No hay valentía sin red”, como me dice mi coach. Porque sí, la vida a veces asusta, da vértigo. Pero cuando me siento así recuerdo que hay varias personas dispuestas a ser mi colchón para que, si caigo, el golpe no sea tan duro. Sin necesidad de explicaciones, ni de grandes aspavientos.
Así que gracias a ellos, y sin que probablemente sean conscientes, estoy viviendo lo que quiero vivir, dando los saltos que quiero dar, persiguiendo los sueños que quiero alcanzar… Porque sé que, pase lo que pase en esa búsqueda que me lleva no sé a dónde, siempre estarán ellos para recordarme que nunca estaré sola.
Muchas gracias amigos.