Más allá de las apariencias

Que el conocimiento es sólo uno es la idea que subyace en nuestra “Teoría del todo”.

Ésa por la que apostamos cuando hablamos de tener una cosmovisión, de interconectar, de llevar la curiosidad a todo para entender realmente el porqué de las cosas en sentido global.

En las últimas semanas he tropezado con dos libros que hacen precisamente eso: conectar mundos aparentemente inconexos. Concretamente el de las finanzas y el de las humanidades.

Lo curioso del tema es que aunque los dos hacen cosas similares, cada uno parte de un lugar diferente.

Así, el primero ha sido escrito por un profesor de finanzas de Harvard, que pretende acercar de forma amena un tema arduo a lectores desconocedores del mismo.  Y lo consigue, pues intercalando escenas de películas, capítulos de grandes novelas clásicas y curiosidades banales varias, acaba explicando de forma sencilla el apalancamiento, los métodos de valoración de inversiones, etc.

El segundo es una novela de Margaret Atwood, brillantísima escritora canadiense (y aspirante al Premio Nobel) que explica el concepto de endeudamiento a partir de la historia, la mitología, la religión y la literatura. En su caso, la tarea me parece aún más complicada pues, no teniendo ni idea de finanzas y partiendo de unas ideas muy básicas sobre el funcionamiento del sistema bancario en el entorno macroeconómico, acaba explicando la crisis subprime.

Y ¿por qué cuento todo esto? (sé que, si no me controlo, acabo confundiendo esto con un blog de literatura).

Porque tanto Margaret Atwood como Mihir Desai hacen uso de “Orgullo y prejuicio” para explicar conceptos financieros: el binomio rentabilidad-riesgo en el caso de Desai y el concepto de justicia y reciprocidad en el de Atwood.

“Orgullo y prejuicio” es la novela más famosa de Jane Austen y de las obras llevadas al cine (de una u otra forma, incluyendo el guiño de Bridget Jones) un mayor número de veces en los últimos años.

Además, tanto su autora como la heroína protagonista (Elizabeth/Lizzy Bennet) han sido puestas de ejemplo en muchas ocasiones como auténticas revolucionarias (abanderando el feminismo y la liberación de la mujer) dado su contexto histórico (sociedad británica georgiana de finales del SXVIII y principios del SXIX) y su posición social (clase media).

Jane Austen rompió moldes al decidir no casarse por convencionalismo social (una vez que tuvo que renunciar a su gran amor, ése Mr. Lefroy que tan bien representó en el cine James McAvoy) y mantenerse a sí misma a través de su escritura. Después de haber incumplido las reglas ya anteriormente leyendo “más de la cuenta” sin esconderse, como su Lizzy.

Ambas son una de esas “mujeres que leen que son peligrosas” (otro libro que explica una disciplina, la literatura/lectura femenina, a través de otra aparentemente no relacionada: la pintura en sus diferentes épocas y escuelas).

Por todos esos motivos se me ocurre que, si “Orgullo y prejuicio” ha servido para explicar la crisis de liquidez o los productos estructurados, con mucha más razón puede emplearse como ejemplo de coaching.

Porque “Orgullo y prejuicio” no sólo es una historia de amor, una sátira social (está lleno de ironía desde su primera fase) y una reflexión moral (sobre el matrimonio, la discriminación, la envidia, los celos, la condición de la mujer, etc.).

No, “Orgullo y prejuicio” es, sobre todo, una novela sobre el autoconocimiento, el crecimiento personal, la transformación, el aprendizaje, la maduración y la evolución de (fundamental aunque no exclusivamente) sus dos personajes principales.

Y es que, de forma separada y en paralelo, los protagonistas deberán identificar, admitir y aprender de sus equivocaciones. Ambos deberán superar su arrogancia / orgullo (Mr. Darcy) y sus prejuicios (Lizzy), como condición necesaria para poder compartir una vida plena.

La novela incluye así todos los ingredientes del coaching de plenitud (ver sección “back up info”).

Por un lado, el propósito y la visión a largo plazo: concretamente, el deseo de los dos protagonistas de vivir juntos una vida auténtica y feliz más allá de las normas no escritas de la época.  Por otro lado, los valores como piedra angular y base sobre la que construir ese camino hacia el futuro soñado. Concretamente, los protagonistas se mueven por valores como: la valentía, la fortaleza, la libertad, el amor, la lealtad, la coherencia, la honestidad y el respeto.

Pero “Orgullo y prejuicio” también es un claro ejemplo de coaching de equilibrio. Es decir, del análisis de diferentes perspectivas (y la elección posterior de la más resonante) como paso previo a la toma de una gran decisión (en este caso, casarse o no).

Y, por supuesto, del coaching de proceso, pues a lo largo de la historia sus personajes se sumergen en la introspección y se entregan a fondo a sentimientos de diversa índole como: el sufrimiento, el miedo, la rabia/frustración, la tristeza, etc.

Es decir, que uno de los grandes clásicos de la literatura universal, aparentemente frívolo y romántico, es una magistral clase de coaching que 200 años después se mantiene perfectamente vigente y aplicable.

Alguna de sus versiones cinematográficas (ahora no recuerdo cuál) ha sabido captar y plasmar esta idea, pues la película comienza y termina con imágenes del amanecer, haciendo así referencia a los nuevos comienzos. Precisamente, la esencia del coaching.

En definitiva, y volviendo a nuestra afirmación original, el conocimiento es sólo uno y las disciplinas no son departamentos estancos, sino que se afectan y se explican entre sí.

Razón por la cual puede que en el futuro tire también de otras grandes novelas (“Cumbres borrascosas”, “Retrato de una dama”, “Madame Bovary”, “Jane Eyre”, etc.)  para seguir hablando de coaching.

Y también para recomendar su lectura con el único objeto de “soñar libremente”.

Dejar un comentario

Escríbenos

Por qué esperar si podemos empezar ya. Escríbenos y te contestaremos tan pronto como sea posible.

Machismo en el trabajo, apariencias y capacitación.Coaching y sentido de la vida