Líder y mentor

El otro día leí un artículo interesante sobre el tipo de profesional que queremos ser O con el que nos gustaría trabajar. Y, más concretamente, habla de elegir entre ser (o más bien creerse) insustituible vs. mostrarse desapegado de la empresa y tan sólo preocupado por nuestra propia marca.

El primero inevitablemente se acaba convirtiendo en un esclavo de la empresa, de la que se siente parte (esos que hablan de “la casa”), hacia la que creen que deben lealtad, y por la que hipotecan sus vidas y, en muchas ocasiones, su dignidad. No debería sorprendernos que este perfil de profesionales son los que nunca superan sus estatus de “currito”.

Porque, de alguna manera, las personas tan obsesionadas por agradar, “paranoicas de la permanencia de la empresa, y de hacer carrera en ella”, adolecen (y esto es de mi cosecha y en base a mi experiencia) de valentía, y orgullo. Sí, puede que me esté extralimitando y rozando el anti-coaching, pero el hecho es que no es compatible ese servilismo a una entidad, ese “quiero triunfaaaaaar” escrito en la cara, con una actitud digna. En el momento que algo nos importa tanto, nos invade el miedo a perderlo. Y empezamos a dejar de decir las cosas claras, de marcar límites, de actuar de acuerdo a valores más honorables que la aceptación del pagador. Y nos convertimos en anti-líderes.

Personajes que proliferan en las empresas españolas, mucho más teniendo en cuenta la tasa de desempleo actual y el nivel de endeudamiento de las familias (con unos padres con promedios de edades de 45 años).

Los anti-líderes no son sólo un peligro para sí mismos (porque, como dije, pocas veces alcanzan sus metas profesionales / personales) sino también para los que les rodean y /o dependen jerárquicamente de ellos.

Los anti-líderes son los que, incapaces de brillar por sí mismos, intentan aplastar/esconder a los que brillan con luz propia (“if you want to appear smarter, hang around someone stupider” – la envidia, de la que ya hablaba Machado con su “sombra de Caín” o Cervantes con su “ladran, luego cabalgamos”). Son los que no saben motivar (porque no les conviene, porque les asusta), los que no saben estimular, los que no saben promover el talento, ni protegerlo, ni impulsarlo. Son los que no saben defender a los suyos, porque viven aterrorizados ante la perspectiva de perder su puestecillo de tres al cuarto. Viven de rodillas, dispuestos a implorar por un sueldo.

El tipo 2 de profesional del que hablaba el artículo (el fichable), realmente busca lo mismo que el primero (sobrevivir, progresar) pero, en contra de éste, considera cliente a cualquiera dispuesto a pagar por sus servicios (i.e. mente abierta), y no al que actualmente le paga la nómina. Es algo así como un mercenario o, siendo un poco menos extremista, un emprendedor, un cazador. Alguien totalmente responsable de su propio desarrollo, para lo que, no sólo tendrá que realizar bien su trabajo, sino también dedicar tiempo a vender su marca, su imagen.

Los riesgos de este tipo de perfil (claramente más atractivo), como indicaba el autor del artículo son: (i) que el exceso de desapego de la empresa les pase factura (si no sabe disimularlo o jugarlo bien);  y (ii) que en su carrera impaciente por subir a base de emplearse al mejor postor, acaben dando pasos en falso.

En mi opinión, existe un riesgo mayor de este tipo de perfil. Que en su preocupación por su propia empresa (“Yo mismo S.A.”) se olvide de utilizar sus cualidades de líder para con los demás.

Porque sí, efectivamente, este tipo de personas con un objetivo claro, que realmente “rezuman” seguridad en sí mismos, serenidad, fortaleza, independencia y cierta distancia y despreocupación de las cosas, tienen casi todos los ingredientes del liderazgo.

Pero no todos. El auténtico líder es el que ve más allá de sus narices y/o su ombligo, y mientras se mantiene firme en su camino, va ayudando a los que tiene cerca a seguir los suyos. Con sus palabras, con sus acciones y con su ejemplo.

El auténtico líder es también un MENTOR.

El tema del mentoring merece un capítulo aparte (o varios). Pero ese tema lo dejo en manos de mi mentor por excelencia, que tiene mil y una historias de éxito profesional y personal que compartir aquí.

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