La fórmula mágica

“A dream without ambition is like a car without gas… you’re not going anywhere”.

Sean Hampton

 

Hemos hablado mucho del miedo, esa emoción imprescindible para sobrevivir y que en dosis excesivas nos paraliza. Lo mismo que la ambición: uno de los ingredientes en la receta del éxito, que se convierte en tóxico si sobrepasa un cierto límite.

El objetivo es la obtención del punto de equilibrio entre ambas emociones, del ratio miedo/ambición que maximiza el resultado final (sin olvidar, por supuesto, esa dosis de suerte sin la cual no se puede salir a la calle).

Hemos utilizado a menudo ejemplos deportivos para desarrollar estas ideas, ya que el deporte profesional es un laboratorio donde es fácil apreciar esa mezcla de control de las emociones con la obtención de resultados. Un equipo de fútbol demasiado conservador, con demasiado miedo, no marcará goles. Si es demasiado ambicioso puede salir goleado. El deporte permite ver con claridad la importancia del ratio.

Pues bien, existe un laboratorio aún más extremo, un ámbito donde los contrastes son todavía más fáciles de apreciar: el mundo de los toros.

El clásico adagio “puerta grande o enfermería” lo explica todo: la ambición de la gloria junto con el pánico, no sólo a la enfermería sino a la muerte. Y al fracaso, a defraudar las expectativas delante de 20.000 personas.

Es difícil tratar de imaginar por lo que tiene que pasar un torero para conjugar ambas emociones: ambición y miedo. El control mental y temple que debe tener para mezclarlas en su dosis justa, añadiendo a la vez la cabeza fría necesaria para dominar la técnica junto con la pasión imprescindible para transmitir verdad y crear arte delante de un animal bravo de 500kg sin más ayuda que la de un trapo rojo.

Se trata de un cóctel endiablado, al alcance de muy pocos, que, no sin razón, son llamados maestros. Desde luego, maestros del control mental.

Todos podríamos aprender mucho para nuestros retos personales de alguien que ha estado ahí, que ha dominado el miedo, la ansiedad, el estrés, y a la vez ha sabido tener y medir la ambición y también la cabeza fría necesaria para triunfar.

Imaginemos que ese alguien tiene a la vez formación universitaria (pongamos que ingeniero técnico agrícola), es además un gran orador, que sabe transmitir y conectar con la audiencia, y que encima es un coach con años de experiencia y reconocimiento. Sería como encontrar una aguja en un pajar.

Bien, nosotros la hemos encontrado. Se llama Eduardo Dávila Miura y hablaremos con él próximamente. Pero antes tenemos que hacer referencia al elefante en la habitación con una aclaración, obvia pero necesaria:

Somos perfectamente conscientes de la polémica que genera o puede generar el mundo de los toros, con sus detractores y sus defensores. Mucho más en el mundo actual, polarizado e impregnado por una corrección política no siempre bien entendida.

Nosotros, ahí, ni entramos ni salimos. Nada de lo que vamos a proponer con Eduardo tiene que ver con los toros stricto sensu sino con la gestión de las emociones básicas para triunfar.

No sé cuántos de nuestros lectores o clientes serán anticlericales o estarán en contra de la religión en general. En un seminario para hablar de la espiritualidad en sentido amplio, ¿dejarían de invitar si pudieran a Bach, Miguel Ángel o San Juan de la Cruz? Escuchar el Ave María de Bach o contemplar la Piedad de Miguel Ángel trasciende, con mucho, el concepto de religión.

Por otra parte, sería absurdo negar el tremendo impacto cultural de la iglesia a lo largo de la historia. Desde el mundo del arte hasta la filosofía y la política. Insisto, dejando cualquier sentimiento religioso a favor o en contra de lado.

De igual forma, con independencia de la posición de cada uno, no se puede negar la influencia de la tauromaquia en la cultura española. Decía Ortega: “afirmo de la manera más taxativa que no puede comprender bien la Historia de España, desde 1650 hasta hoy, quien no se haya cimentado con rigurosa construcción la historia de las corridas de toros en el sentido estricto del término”.

Pasemos de la filosofía a la poesía. Federico García Lorca: “El toreo es probablemente la riqueza poética y vital de España, increíblemente desaprovechada debido principalmente a una falsa educación pedagógica. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay en el mundo”.

Y acabemos con alguien de fuera y premio Nobel de literatura. Decía Ernst Hemingway que “las corridas de toros son una institución española y existen, no por los extranjeros y los turistas, sino a pesar de ellos. Cualquier reforma que se haga para conseguir su aprobación, aprobación que no se alcanzará nunca, es un paso hacia su completa desaparición… La tauromaquia es absolutamente veraz”.

Podríamos seguir con el mundo de la pintura (Goya, Picasso,…), del cine (Sangre y Arena con Linda Darnell…) o la música (Carmen de Bizet,…). Estamos hablando de una relevancia cultural e histórica que sencillamente no se puede pasar por alto.

Insistimos: esto es sólo una aclaración, una puesta en contexto. Nada que ver con ser pro o anti taurinos (cualquier opinión es perfectamente respetable). A nuestros efectos, lo que nos interesa será tener la oportunidad de escuchar y conversar con un maestro en la gestión del miedo y la ambición, así como en la confianza y el trabajo en equipo, para sacar conclusiones y aplicar lo que podamos a nuestras vidas. Stay tuned.

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