– Si quieres para empezar cuéntame un poco acerca de tu trabajo y qué te ha llevado a tomar la decisión de llamarnos.
– Bueno, en realidad debería dejarte antes clara una cosa.
– Claro, dime.
– Yo soy muy amiga de S…, desde el colegio, y he venido sólo porque se lo he prometido. Sé que también es amiga tuya.
– S…, sí, fuimos competidores muchos años y al final nos acabamos haciendo amigos medio de carambola. Pero ¿qué es eso de que se lo has prometido?
– Pues eso, que si no fuera por ella no te habría llamado. La última vez que nos vimos le estuve hablando mucho de mi situación en el trabajo y acabó haciéndome prometerle que al menos vendría a conocerte.
– O sea que si no, ¿no habrías venido?
– Nunca
– Pero ¿porque no sabes bien lo que es el coaching o porque sí lo sabes y te parece una pérdida de tiempo o que tú no lo necesitas?
– Más bien lo segundo pero una de las cosas que me dijo S… es que fuera totalmente abierta y sincera contigo desde el principio. Y que te contara lo que pienso de verdad.
– ¿Lo que piensas sobre tu situación o sobre el coaching?
– Sobre el coaching.
– Ah, vale. Cuéntame.
– Pues que, como dices, no creo que lo necesite y además me parece una pérdida de tiempo. Pero voy más allá. Por supuesto, no digo que sea tu caso pero en general me parece una tomadura de pelo.
– Bueno, no pasa nada. Mucha gente lo piensa y en muchos casos con razón. ¿Entonces? ¿Quieres que lo dejemos?
– El caso es que quedé con S… en que te diría esto desde el principio y me comprometí a una sesión contigo.
– Entonces, si te entiendo bien ¿quedasteis en que me dirías eso pero aun así completaríamos esta sesión?
– S… me dijo que no perdía nada por hablar contigo una hora.
– Bueno, lo que perderíamos es el tiempo, tanto tú como yo.
– Pero tú cobras, a ti te da igual ¿no?
– Para nada. Aunque no lo parezca, no hago esto por dinero. Desde luego, no tengo ningún interés en torturar a alguien que no quiera estar aquí.
– Pues lo disimuláis muy bien. Más quisiera yo que mi hora de trabajo me la pagaran igual.
– …
– Perdona, muchas veces no me aguanto ni yo. Quedé con S… en que te diría esto y aun así me dijo que viniera. Me imagino que pensaría que algo se te ocurriría.
– Está bien. Dime entonces por qué te parece todo esto absurdo.
– Pues porque a mí me parece que la cosa es más simple de lo que parece. La vida es una lucha constante. En general, el pez grande se come al chico y ya está. Y luego hay factores como la suerte. Pero no mucho más. Hay mucha gente hecha polvo porque les ha tocado estar abajo y precisamente porque están hechos polvo necesitan engañarse un poco. Y ahí es donde aparecéis vosotros con vuestra cháchara. En ese sentido, no os veo muy diferentes de los astrólogos o los que echan las cartas.
– Desde luego, entiendo por qué no querías venir. ¿Tú estás en el grupo de las que están hechas polvo?
– Totalmente.
– Pero no crees que se pueda hacer nada.
– Eso es. Y desde luego, de haber alguna solución, no sería respirando hondo, debatiendo sobre quién se ha llevado mi queso ni cantando “I will survive” para “empoderarme”.
– También en esto estamos de acuerdo.
– Ah, claro. Ahora estás siendo empático ¿no? Me das la razón y luego a ver qué pasa. ¿Es una técnica de coaching?
– Para nada. De hecho, yo no soy coach. La coach es mi socia. Yo soy mentor, y eso porque en el mundillo éste se elige este término. Lo que en realidad soy es un asesor.
– Ah, yo pensaba que esto iba de coaching.
– ¿Te has fijado en el nombre de la empresa, YourBest Coaching & Mentoring? Pues yo soy lo segundo. S… no te ha enviado a ver a un coach.
– Pero es parecido ¿no? ¿Qué diferencia hay?
– El coach no da ninguna opinión. Está a tu nivel. Se considera que todas las respuestas están dentro de ti. Él o ella sólo se dedican a hacerte preguntas para que tú misma saques esa verdad y te respondas a ti misma.
– ¿Y tú?
– Yo te hago preguntas pero sólo para tener los datos y centrar bien la situación. Cuando lo tengo claro te doy mi opinión sobre lo que realmente está pasando, sobre lo que tienes que hacer y establezco un plan de actuación muy clarito y concreto. Ya ves, todo mucho más prosaico. No creo que la verdad esté en tu interior ni que todos tengamos necesariamente un talento oculto ni que todo el mundo es bueno.
– O sea, que tú me arreglarías la vida a raíz de unas cuantas charlas conmigo.
– Bueno, es que no te arreglaría la vida. Trataría de mejorar tu situación laboral.
– Mi situación laboral son habas contadas. No hay mucho que hacer.
– Es posible. Ni siquiera me la has contado. Pero te puedo poner un ejemplo teórico de cómo va esto.
– A ver.
– De acuerdo. Respóndeme con sinceridad: ¿te consideras política en tu trabajo?
– Para nada. Otro gallo me cantaría si lo fuera.
– ¿Entonces?
– Entonces nada. Yo hago mi trabajo pero paso del pasilleo, el peloteo y toda la movida esa.
– Pero dices que te iría mejor si no pasaras ¿o te he entendido mal?
– Sí, posiblemente me iría mejor pero yo por ciertos aros no paso.
– En una sesión normal, después de indagar más, podría llegar a la conclusión de que no es que no te guste la política sino que no la entiendes, que no sabes leer las situaciones y mucho menos manejarlas. Y que para estar medio tranquila ante semejante incapacidad eliges una versión relativamente heroica de ti misma diciéndote que tú no pasas por ciertos aros y que tu dignidad está intacta. Cuando la realidad es que te encantaría manejar el ángulo político, que desde luego es mucho más que el pasilleo y el peloteo, pero sencillamente no tienes ni idea de cómo hacerlo.
– ¿Y dices que tienes muchos clientes?
– No me puedo quejar. Pero los que tengo es precisamente por esto. Yo no me dedico a ponerme una flor en la oreja, sacar la guitarra y cantar “una espiga dorada por el sol” mientras les digo a mis clientes que tienen que sacar la mejor versión de sí mismos y que son realmente increíbles y admirables. Más bien al contrario. La idea es intentar ver lo que pasa de verdad y poner los medios adecuados para solucionar el problema. Además, ¿en qué quedamos? ¿No decías que no te gustaba el buenismo interesado y empalagoso del sector?
– En eso tienes razón. No sabía que era así.
– Y esto es sólo un ejemplo. No se diferencia mucho de cuando uno va a un asesor fiscal o a un consultor estratégico para desarrollar su negocio. La única diferencia es que aquí el negocio eres tú. No sólo no niego las situaciones de la vida real que me cuentas sino que precisamente por haber vivido o visto muchas de ellas las identifico con relativa facilidad y establezco un plan de actuación junto con mi cliente. Ni prometemos felicidad ni nada parecido. Otra cosa es que algunas herramientas encaminadas a conseguir nuestros objetivos de paso nos sirvan para tener un mejor equilibrio personal.
– Pues no es lo que parece muchas veces.
– Porque efectivamente hay una burbuja de todas estas cosas, y miles de libros de autoayuda, etc, etc. Nosotros nos decidimos a montar esto precisamente por lo que tú dices. Por eso las sesiones aquí no siempre son fáciles pero muchas veces han sido efectivas.
– Me imagino que habrá casos y casos.
– Claro.
– Quiero decir que en el mío no le veo mucha salida.
– El que viene normalmente no se la ve. Si no, no vendría. Si me hago daño en la rodilla yo tampoco le veo mucha salida al dolor hasta que voy al médico. Tampoco muchas veces sé qué hacer con mis ahorros hasta que no voy a ver a mi asesor. No todo se puede hacer de forma autodidacta aunque hay gente que sí lo consigue.
– Ya.
– ¿Me quieres contar por qué tu caso es especial?
– Es que no hay mucho margen de maniobra. Trabajo en el departamento de auditoría de una empresa. Aparte de que el trabajo es un coñazo, y mucho más después de tantos años, no hay muchas posibilidades de promoción. De hecho, echan a miles de personas a la calle todos los años. Y ni siquiera es que la promoción fuera a cambiar mucho las cosas. Veo a mi jefa y me parece una pringada, igual que yo. Seguramente con un poco más de sueldo pero nada más. Y encima tengo que cuidar este trabajo que odio, lleno de trepas y gente despreciable, como oro en paño porque además estoy separada, con dos hijos. Hipoteca. Mi ex está en el paro y no pone un duro…
– La cosa no pinta bien, no.
– Te lo dije.
– Pero no es un caso nada raro. Es más, diría que es habitual. Y, desde luego, tiene, o más bien podría tener, solución si profundizáramos mucho más y estableciéramos un plan de actuación.
– ¿En serio?
– Yo creo que sí pero bueno, ya ha pasado el tiempo. Ya le podemos decir a S… que hemos cumplido y que hemos tenido la sesión. Te iba a decir que le dieras recuerdos pero ¡ya la llamaré yo para echarle la bronca por esta encerrona!
– Vaya, siento que lo hayas visto así.
– Lo digo de broma. Ha sido un placer conocerte y te deseo mucha suerte en el futuro.
– Oye…
– Dime.
– No es que sea muy optimista pero a lo mejor podríamos tener una segunda sesión y ya te cuento todo bien, sólo por probar.
– Dime cuándo te viene bien.