Me gustaría permitirme una licencia esta semana de cara a la Navidad: rescatar un post que escribió mi madre en mi antigua Web.
No es un post de coaching, ni de mentoring, ni de gestión de talento, ni de nada de eso.
Son unas líneas de reflexión sobre la vida, el paso del tiempo y lo que realmente importa. Están escritas con la gran sensibilidad que caracteriza a esta mujer tan fuerte, tan inteligente, tan sabia y tan profundamente positiva y optimista a pesar de que la vida le ha quitado muchas cosas, incluyendo un hijo.
Con ellas aprovecho para felicitar las navidades a todo el que nos lee, y desearos lo que precisamente mi madre resalta en su texto: mucha ilusión siempre.
FELIZ NAVIDAD
Recibo la primera felicitación navideña de este año; todo es bonito: el villancico, las voces infantiles, los deseos de paz, la conmemoración del nacimiento de Cristo… debería trasmitirme alegría.
Sin embargo no puedo evitar las lágrimas, lágrimas que se repiten todos los años en estas fechas. Trato de razonar su por qué, si lo hubiera, o si se trata de una reacción emocional, sin más. Y miles de recuerdos acuden a mi memoria… y con ellos la imagen de una infancia feliz, perdida hace tanto tiempo, que estuvo unida a la presencia de personas también perdidas.
O de la época idílica de la infancia de nuestros hijos, cuando todavía creíamos que eran nuestros. A los niños que fuimos, a los adultos que fuimos después… El tiempo nos ha hecho ya muy mayores (me niego a pronunciar la palabra anciano) y hemos dejado atrás tantas vivencias, tantas ilusiones y también tanto dolor.
¿Deberíamos “reinventarnos” en los hijos? No, ellos tienen su propia vida; todo el amor que les demos no debe esperar respuesta, no es de ida y vuelta. En la cabecera de mi cama cuelgo una poesía de Kahlil Gibran, “Tus hijos no son tus hijos”, que releo de vez en cuando. Tampoco olvido la definición de Saramago: “Hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos”.
Con el cariño que se merecen, “aparco” todos esos recuerdos, vuelvo la vista al presente y encuentro que está lleno. Lleno de experiencia, de amor y de ilusiones. Sí, de ilusiones, porque incluso rondando los ochenta se puede vivir con ilusión. Sobre todo cuando la otra mitad está a tu lado.
Feliz Navidad a todo el que conserve la capacidad de ilusionarse.