El mundo futuro

“Función biológica del ente: profesor encargado de cátedra (dedicación exclusiva) en la Universidad Autónoma de Bellaterra. Nivel de mansedumbre, bajo. Dispone de medio de transporte de gran simplicidad estructural, pero de muy difícil manejo, denominado Ford Fiesta”.

Eduardo Mendoza: Sin Noticias de Gurb

 

Crecí odiando la informática. No la disciplina en sí misma ni lo que se conseguía con ella sino su complicadísima utilización: el entorno MS-DOS o los programas tipo WordPerfect o Lotus123, para los que se necesitaba una plantilla al lado del teclado que nos recordara las distintas teclas que se debían presionar para ejecutar los comandos.

Recuerdo comentar por aquel entonces que ojalá llegara un momento en el que el manejo de los ordenadores fuera tan sencillo como el de una televisión o una lavadora. Un momento en que dándole a un botón, las cosas funcionasen. Sin más historias.

Y entonces apareció el primer Macistosh. Apple. Steve Jobs. Color, diseño, ratón (!), ventanas, simplicidad,… Era como subirse a un seiscientos en la España en blanco y negro de Bienvenido Mister Marshall y, de repente, bajarse de un Cadillac en Beverly Hills. Y eso fue sólo el principio.

Cada vez hay más gente que considera el 29 de junio de 2007, fecha del lanzamiento del primer iPhone, como el fin de la Edad Contemporánea y el nacimiento de la Edad Digital. Aunque parezca increíble, el sueño de la biblioteca de Babel de Borges se ha cumplido. Hoy tenemos en todo momento, en cualquier lugar y de forma instantánea, acceso a todo el conocimiento universal sobre cualquier materia.

Mi mujer y yo estamos viendo la serie Vikings. El otro día estábamos comiendo y, hablando sobre la serie, nos preguntamos hasta dónde había llegado la expansión de los vikingos. Dos minutos después teníamos la respuesta. Y así con todo.

Hace años que no me compro ningún libro o periódico en papel, ni ningún CD. Todos mis libros, música y fotos están en mi iPad. Cuando aparco en la calle, el pago del estacionamiento en zona azul o verde lo realizo desde el teléfono. Ya nunca imprimo las entradas de ningún espectáculo o billetes de avión o tren. El Whatsapp me permite mantener contacto regular con gente a la que, de otra forma, le habría perdido la pista hace mucho tiempo. El algoritmo de YouTube me conoce mejor que mi madre. Siempre me sugiere vídeos que me interesan (para así poder haciendo caja con la publicidad).

Con todo esto quiero decir que no estoy en absoluto en contra de las nuevas tecnologías. Al revés. Bien utilizadas me parecen una auténtica maravilla en muchísimos sentidos. Sin embargo, los cambios se suceden hoy en día a tal velocidad que han generado un fenómeno que sí me produce estrés: la aparición de un buen número gurús que tienen clarísimo el futuro y que te tratan de convencer de que estás dejando pasar oportunidades que para ellos son obvias, de que no sabes leer la realidad, de que, en el fondo, eres un poco corto.

Para ilustrar la cuestión, aquí van algunas de las perlas que he tenido que escuchar de boca de amigos y conocidos:

  • ¿Qué más pruebas necesitas de que el internet de las cosas es el futuro?
  • ¿No te das cuenta de que el blockchain lo va a cambiar absolutamente todo?
  • Sigues pensando en términos de “posesión” de un vehículo, no de “acceso a la movilidad”. No te enteras de por dónde van los tiros.
  • Dentro de pocos años no habrá bancos. El proceso de desintermediación será total.
  • La inteligencia artificial nos hará prescindibles a todos.
  • La verdadera revolución va a ser la biotecnología. Podremos llegar a ser inmortales.

Por su parte, la prensa habla con una naturalidad pasmosa de conceptos que, al menos yo, escucho por primera vez. Me recuerda un poco a cómo, sin previo aviso, un buen día me levanté y vi en el periódico que Pekín ya no era Pekín sino Beijing, que Mao Tse Tung era Mao Zedong o que los inmigrantes habían pasado a ser migrantes.

Los siguientes titulares están sacados al alzar del periódico El Mundo de este fin de semana, nada de búsquedas en revistas especializadas ni en internet:

  • Más allá del “gadget”, la innovación avanza hacia la “libertad cívica”.
  • La nube pública será “mainstream”.
  • El fenómeno “WiTricity” es un ejemplo diáfano de cómo se origina y expande una innovación disruptiva desde una idea originada en el ecosistema MIT hasta el mercado global.

Aclaremos un punto importante: más allá de que no sé qué es el fenómeno WiTricity, de que con la tecnología Blockchain me sucede como con el espacio-tiempo, que por más que leo sobre el tema no acabo de entenderlo bien, o de que pueda pensar que el internet de las cosas se vaya a desarrollar mucho en el futuro, no son estas opiniones lo que critico.

Lo que me produce asombro es la absoluta seguridad de quienes las emiten. Hablan del futuro como si fuera una verdad revelada, algo evidente que cualquiera con dos dedos de frente debería ver.

Obviamente, mi opinión es que, aunque por supuesto muchos de estos cambios, y otros que ahora mismo nadie vislumbra, se acaben imponiendo, nadie puede asegurar cuáles serán, ni en qué medida lo harán ni con qué características particulares. Estoy seguro de que alguien en su momento dijo que el Betamax era el futuro o que sería imposible desplazar a Nokia de su posición de liderazgo en la telefonía móvil.

Aterrizando la situación al terreno del mentoring profesional ¿qué hacemos? ¿recomendamos a nuestros clientes que se hagan matemáticos o programadores? ¿y si no están a tiempo o no pueden o no quieren? ¿cómo enfocar las carreras profesionales del futuro? ¿cómo reenfocar nuestra carrera profesional actual?

A este dilema no nos enfrentamos sólo nosotros. Les sucede lo mismo, y quizá en mayor medida, a las grandes empresas. Incluso ellas, con cientos de millones para consultores y estrategas, se dejan llevar por las modas pasajeras, algo que ya vimos antes de que explotara la burbuja punto.com de finales de los 90 y principios de la década siguiente.

Ford, en un intento por adaptarse e incluso adelantarse a los nuevos tiempos, anunció en su momento que dejaría de ser un fabricante de automóviles para convertirse en una compañía de soluciones de movilidad. Tras el castigo en bolsa correspondiente (no hay mejor feedback que el dinero) la compañía ha anunciado que vuelve a ser un fabricante y ya prepara el lanzamiento de nuevos modelos.

Telefónica, ante un desafío aun mayor ya que las compañías de telecomunicaciones se supone que deben estar en el centro neurálgico de toda esta revolución digital, siempre ha optado por una estrategia diferente.

En vez de dedicarse a desarrollar y a apostar por la última tecnología, esperando que sea la triunfante, ha decidido irse al otro extremo del espectro: ser tecnológicamente agnóstica, centrarse en los servicios de telecomunicaciones y adoptar la tecnología que se vaya imponiendo en cada momento. Contenidos frente a plataformas tecnológicas. (de ahí la decisión de comprar Digital +, la actual Movistar +, por ejemplo).

En el fondo es lo mismo que intentó hacer Ford, lo que pasa es que lo que funciona para una operadora de telecomunicaciones, que lo que vende son servicios, seguramente no funcione aun para un fabricante de coches, que vende productos manufacturados con una gran importancia de la imagen de marca.

A nivel individual, las dos estrategias son válidas. Dicen que faltan una gran cantidad de ingenieros para todos los proyectos que va a haber que desarrollar en los próximos años. Luego, para un estudiante que esté planteándose que carrera estudiar, quizá ésta pueda ser una opción interesante si le da la cabeza para ello.

Yo abogo, no obstante, por la opción de Telefónica, por situarse en el centro del huracán y apostar por las capacidades para las que, independientemente de cuál sea el futuro, siempre va a haber demanda.

Hemos oído muchas veces que el mundo de la música está en crisis. Falso. Nunca se ha escuchado más música que ahora. Los que están en crisis, si no desaparecidos, son los fabricantes de discos, de CDs y los estudios que no se hayan adaptado a la nueva situación.

Pero ni Bruce Springsteen está en crisis ni hace ahora algo diferente de lo que lleva haciendo los últimos 40 años. Sigue tocando la guitarra, componiendo, cantando y dando conciertos por todo el mundo. Su trabajo no ha variado. Ha variado la forma en la que se vende.

Como tampoco está en crisis el mundo de la fotografía. Nunca se han hecho más fotos y vídeos que ahora. Los que están crisis son los fabricantes tradicionales de máquinas de fotos, no digamos las que durante mucho tiempo se opusieron a digitalizarse y siguieron apostando por el film y el papel (Kodak).

En este sentido, si tuviera que recomendar a alguien la potenciación de alguna capacidad profesional, sería todo lo relacionado con las cualidades interpersonales. Competir en erudición con una máquina es absurdo. Es más, la erudición ya prácticamente no vale para nada (mi mujer y yo supimos hasta dónde llegaron los vikingos en dos minutos).

Sin embargo, la capacidad de persuasión en una negociación, de convencer a un consejo o a un auditorio, sea para levantar fondos o vender una idea, es algo que no tiene fecha de caducidad. Al contrario, importa ahora más que nunca. Si fuera contable, yo me apuntaría antes a un curso de hablar en público o de potenciación de la inteligencia emocional que a uno de contabilidad.

La visión estratégica, la capacidad de seleccionar equipos con distintas características, de motivarlos, de comunicar efectivamente, de liderar, de negociar, de convencer, de conectar ideas más que de saber muchas cosas, de venderse a uno mismo y potenciar la imagen de marca personal, son cualidades que, en mi opinión, nos pueden permitir seguir creciendo profesionalmente con independencia de qué acabe pasando en ese futuro incierto por definición y cada vez más volátil al que todos nos enfrentamos.

Obviamente, como decía Jesulín de Ubrique cuando se le acusaba de ser puro márketing (“algún pase al toro sabré dar ¿no?”), no estoy diciendo que la capacitación profesional específica carezca de valor. Eso sería absurdo. Pero para ponerla en valor yo llamaría antes a YourBest que al Blockchain Institute, suponiendo que existiera.

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Adaptación al cambio en empresas por millenialsMachismo en el trabajo, apariencias y capacitación.