El modelo co-activo, de acuerdo al cual el coach interactúa con el cliente basándose en la suposición de que siempre quiere más (más vivacidad, más plenitud, más equilibrio, etc.), se sustenta en cuatro pilares:
- Las personas, por naturaleza, son creativas, completas y están llenas de recursos. En este sentido, el coach se diferencia de un consultor y renuncia a pretender resolver problemas. El coach sostiene siempre la agenda del cliente (aquí la autogestión es clave) y le acompaña para que sea él el que, de acuerdo a su escala de valores, encuentre sus propias respuestas. El coach “arroja luz” sobre diferentes puntos que explora con el cliente, pero será éste quien decida el camino a seguir.
- Danzar en este momento. El coach está plenamente presente y se muestra ágil y flexible para moverse y adaptarse a las necesidades del cliente en cada momento, y teniendo siempre como máxima el compromiso con la transformación.
- Centrarse en la totalidad de la persona. El proceso de coaching está destinado a la persona como un todo y en todas sus dimensiones (mente, cuerpo, espíritu, emociones), más allá de sus circunstancias cambiantes o de sus roles temporales. Más allá de “su tema”.
- Suscitar la transformación. El objetivo último del coaching es siempre la transformación del cliente, desviándose de sus conversaciones internas auto-limitantes (“saboteadores”). Aun cuando el cliente es quien debe tomar la responsabilidad en el cumplimiento de las acciones encaminadas al cambio, la labor del coach será la de mantener el foco y desafiar y retar al cliente (dentro y de acuerdo a la alianza co-diseñada) para avanzar en la dirección de dicho cambio.