La vida es un experimento… Me gusta esa frase. La leí hace poco en algún artículo sobre famosos aventureros al que llegué a partir de otro sobre Richard Branson y su amigo Steve Fosset.
Prueba y error. Caer y levantarse… Hay muchas frases hechas y expresiones al respecto, y no voy a caer en el topicazo de traca, ni hacer un “el emperador está desnudo” (i.e. que alguien me diga algún día que no hago más que resaltar obviedades y disfrazarlas de profundidad y sofisticación para hacerlas originales).
El caso es que todo esto ha venido cuando varias personas me han hablado del cambio en los últimos días. Mayores, pequeños y medianos que han sufrido recientes modificaciones (de diferente envergadura) en la vida que conocían. Y otros que sienten que deben cambiar y no se atreven. La homeostasis, de la que ya he hablado en posts anteriores.
Y yo, que en muchos aspectos estoy viviendo una vida totalmente diferente a la que llevaba hace apenas unos meses, siento que la vida es un cambio constante, un conjunto de micro variaciones (nano variaciones, me encanta eso de “nano”) diarias que apenas percibimos. Y me acuerdo de “Funes el memorioso”, del que no hace mucho hablaba con un amigo, y su capacidad para percibir cada infinitesimal variación en las personas, y, por supuesto, recordarlas.
El cambio conlleva riesgo, como me decía anoche un cliente con cara asustada…Pero es que realmente estamos “en peligro” desde el momento que empezamos a existir. Si es que realmente queremos verlo así…
Yo, como siempre, elijo que desde que empezamos a existir estamos expuestos a miles de oportunidades de aprender, de disfrutar, de explorar, de ser felices… Y que es precisamente esa certeza de que las cosas no se mantienen inalterables lo que le da sal a la vida. Imaginarme una vida totalmente lineal y sin sorpresas me da urticaria y muchísima angustia.
Creo que no saber qué nos depara la vida, lejos de ser una espada de Damocles o un drama o una amenaza, es un gran motivador, un motivo de ilusión. Porque, una vez más, podemos elegir pensar que nos esperan grandes cosas, en vez de temer grandes desgracias.
Tener confianza en que lo mejor está por llegar, siempre, y en que los sueños se hacen realidad, si los persigues con perseverancia y no te rindes a la primera.
Si tienes un plan. Uno de esos flexibles que se vaya adaptando a lo inesperado, a los factores no descontados en tu modelo, a los giros repentinos que llegan sin preaviso. De esos que fluyen con la vida, y se dejan llevar, aun sin perder el foco, el objetivo último que es bueno visualizar a diario (en vez de caer en los pensamientos tóxicos y miedos de esos que en el 99% de los casos nunca se cumplen, como ya dije en otro post), y con todo detalle (lo que algunos llaman fantasear o daydream – las visualizaciones, bien hechas, son reamente una buenísima herramienta de coachiing). El que subyace por debajo de todas las circunstancias que poco importan.
Es decir, un plan de fondo, de largo plazo, sobre quién quieres ser y qué quieres que digan de ti el día que te jubiles, que te marches o que te mueras. Ese tipo de plan (y no el cuadriculado coñazo de las rutinas, horarios inamovibles y temas varios) es el que creo que es bueno tener.
Y actuar siempre en función de nuestra meta por excelencia. En todos sitios. En todas las circunstancias. Porque, como me decía otro cliente hace poco, “somos de una pieza”. Y no podemos compartimentarnos, aunque lo intentemos. No podemos llevar personajes a los sitios y dejar la persona en casa (menuda esquizofrenia inviable sería ésa). Lo que sí podemos hacer es llevar, encima de la persona que somos, alguna capa impermeable (no muchas, y me estoy acordando ahora del libro “El caballero de la armadura oxidada”, que btw no me gustó nada) que nos proteja en determinados escenarios, con determinadas personas, y en algunas circunstancias.
Pero eso ya es una historia para otro día.
Mientras tanto, tal vez, para perder esa aversión al riesgo, como le decía a mi cliente el otro día, haya que empezar con una acción radical (siempre he creído que es mejor tirarse de golpe al agua – mar, piscina – que pensárselo demasiado…pero eso sólo es una preferencia personal). Y, en este sentido, le he invitado a que venga conmigo a hacer Sky diving…Si sobrevivimos, volveré a escribir otra entrada pronto.